Pan gallego, el mejor pan del mundo. Vayas al lugar que vayas de Galicia, ciudad, pueblo o aldea, comerás panes exquisitos
A los gallegos se nos achaca que abusamos de calificar nuestras singularidades como únicas o las mejores del planeta. La mayor parte de las veces, por no decir todas, es cierto. Un ejemplo es el pan. Tenemos el privilegio de vivir en el lugar donde se hace el mejor pan del mundo. Es una verdad tan grande como la catedral de Santiago.
Vayas al lugar que vayas, ciudad, pueblo o aldea, si es y está hecho allí, comerás un pan exquisito. Hay multitud de modalidades locales que varían en forma, color y sabor. De Carral, de Cea, de Carballo, de Neda, de Lugo, de Vimianzo, de Porriño o de Ousá. Muchos panes diferentes, pero todos ellos son pan gallego. Las formas también varían: hogazas o bolo (alto y bajo), rosca (bola), torta, barra…Sus elementos comunes: corteza dura, más o menos crujiente, miga esponjosa y sabor a trigo.
No es casual que fuese precisamente una modalidad de nuestro pan el primero y durante mucho tiempo el único en Europa con Indicación Geográfica Protegida (IGP). Hoy hay otros tres más en España, pero nada le quitará al Pan de Cea la condición de ser el pionero en obtener este sello europeo de calidad gastronómica.
Cea es una pequeña población de apenas tres mil habitantes, en la comarca aurensana de Carballiño. En este pequeño núcleo rural hay más de una veintena de hornos que hacen de forma artesanal pan siguiendo pautas ancestrales. Su tradición panadera, ligada al monasterio de Oseira (una de las obras maestras de la arquitectura cisterciense de la Península) y al Camino de Santiago, tiene más de setecientos años de historia.
El sello exterior del pan de Cea es la fenda, un corte transversal que se hace siempre en medio de la parte superior de la pieza amasada y que al cocerse se convierte en una característica hendidura en su medio y medio. No es el único con una marca física que lo identifica. Es habitual en la panadería gallega hacer alguna filigrana en la parte superior de los panes ya sea una cruz, una serie de cortes o un pequeño moño, nuestra favorito.
Tampoco es casual que Galicia se haya convertido en el primer territorio en contar con una Cátedra del Pan. Está en el campus de Lugo, perteneciente a la Universidad de Santiago de Compostela. Uno de sus primeros objetivos es la clasificación de las diferentes especies de trigo autóctono.
El de Cea fue el primero. Ahora nuestro pan en su conjunto está a punto de convertirse en el segundo con indicación de origen de la Comunidad Autónoma.
Posiblemente a partir de este próximo otoño, hornos de toda Galicia puedan acogerse ya a la Indicación Geográfica Protegida Pan Gallego. Impulsado por la Federación Gallega de Panaderías, el proceso para obtener el sello está muy avanzado. Nos parece de justicia que este manjar cotidiano tenga su certificación de identidad.
Los gallegos tenemos la suerte de estar rodeados de productos gastronómicos de gran calidad y a lo mejor por ello no siempre somos conscientes de la suerte que es poder degustarlos habitualmente. Éste es nuestro granito de arena para poner en valor uno de esos regalos del lugar en el que vivimos: nuestro pan gallego de cada día.
Nos duele observar con cierta frecuencia en los parques y calles de Galicia como muchas madres dan a sus hijos bocadillos y emparedados con panes industriales, o peor, de molde. Un ruego, no privemos, por favor, a nuestro niños del aprecio a una de esas cosas en las que somos los mejores del mundo: haciendo pan, pan de verdad, ¡pan gallego!